En la misma semana que visitamos con nuestros compañeros de clases esta exposición, decidí volver a ir. Era por un motivo muy simple, quería que mis amigas se deleitarán con las mismas obras que yo lo había hecho anteriormente.
No todos los días se encuentra en nuestra sociedad, más preocupada por el consumismo, con gente joven dispuestas a aprender un poco más sobre cualquier tema por simple curiosidad, aunque yo si pueda decir que tenga esa suerte.
Independientemente del motivo que me llevó a acudir de nuevo al Palacio de los Condes de Gabia, lo que encontré allí cuando llegué fue realmente conmovedor.
Todas las luces se encontraban apagadas, y una multitud de gente se encontraba observando lo que dos personas hacían en medio de la sala: mientras un chico tocaba diferentes instrumentos, a la misma vez otro dibujaba sobre lienzos tendidos en el suelo. Sólo se guiaba por una linterna que prendía de su cabeza.
Puede parecer simple, pero el chico que tocaba los instrumentos, lo hacía acompañando el pincel que portaba el chico que dibujaba, respetando los tiempos en que paraba para impregnar el pincel en tinta, o para cambiar de lienzo.
Creo que no podría llegar a describir con palabras la serenidad y plenitud que este simple acto trasmitían a todas las personas allí congregadas.
Aún así, intenté recoger una prueba de ello para poder compartirla aquí. La calidad del siguiente vídeo no es muy buena, pero solo quería acercar a mis compañeros las sensaciones que del mismo se desprenden.
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